...
De el Libro del desasosiego, un extracto del fragmento 7:
"...Considerando que yo ganaba poco, me dijo el otro día un amigo, que es socio en una firma próspera por los negocios que realiza con el Estado: "¡Te explotan, Soares!". Su exclamación me recordó que es cierto; pero como en la vida todos tenemos que ser explotados, me pregunto si valdrá menos la pena ser explotado por el Vasques de las mercaderías, que por la vanidad, por la gloria, por el despecho, por la envidia o por lo imposible.
Están los explotados por el propio Dios, y son profetas y santos en la vacuidad del mundo.
Y me amparo, como lo hacen en sus hogares quienes los tienen, en la oficina amplia de la Rua dos Douradores. Me acomodo frente a mi mesa como en un bastión contra la vida. Siento ternura, una ternura que linda con el llanto, por los libros ajenos de los cuales llevo, como auxiliar, la teneduría, por el viejo tintero del que me sirvo, por la espalda curvada de Sergio, que llena remitos a unos metros de mí. Amo todo esto, tal vez porque no tengo nada más que amar -o quizá, también, porque no hay nada que valga el amor de un alma y, si tenemos, porque así lo manda el sentimiento, que dar amor, tanto vale darlo a mi pequeño tintero como a la gran indiferencia de las estrellas."
* El énfasis es nuestro... ¡Bien dicho, Pessoa!
"...Considerando que yo ganaba poco, me dijo el otro día un amigo, que es socio en una firma próspera por los negocios que realiza con el Estado: "¡Te explotan, Soares!". Su exclamación me recordó que es cierto; pero como en la vida todos tenemos que ser explotados, me pregunto si valdrá menos la pena ser explotado por el Vasques de las mercaderías, que por la vanidad, por la gloria, por el despecho, por la envidia o por lo imposible.
Están los explotados por el propio Dios, y son profetas y santos en la vacuidad del mundo.
Y me amparo, como lo hacen en sus hogares quienes los tienen, en la oficina amplia de la Rua dos Douradores. Me acomodo frente a mi mesa como en un bastión contra la vida. Siento ternura, una ternura que linda con el llanto, por los libros ajenos de los cuales llevo, como auxiliar, la teneduría, por el viejo tintero del que me sirvo, por la espalda curvada de Sergio, que llena remitos a unos metros de mí. Amo todo esto, tal vez porque no tengo nada más que amar -o quizá, también, porque no hay nada que valga el amor de un alma y, si tenemos, porque así lo manda el sentimiento, que dar amor, tanto vale darlo a mi pequeño tintero como a la gran indiferencia de las estrellas."
* El énfasis es nuestro... ¡Bien dicho, Pessoa!