Hace tiempo el tiempo era una epidemia una manera segura de decir no quiero que me quemen los ojos, no deseo que mi vida se cuelgue en una ventana como un trozo de carne seca y después uno subía al carro y la angustia por un vaso de yogurt a la mitad de una carretera desconocida donde Dios es una palabra perdida entre la arena, usted me entiende, nada más que un cielo vacío, oscuro mineral, raro y peligroso más cuando se siente miedo, cuando qué? Entonces le dicen a usted no se preocupe ocupe el tiempo, no lo pierda, siembre pepinos y sea feliz con su camisa blanca y azul (disculpen no puedo con el sentimiento) y venda floripondios, flores estas sagradas y flacas, el mundo gira y acaso a nadie le importa, su cara se arruga y habría que pensar, no habría que pensar sólo seguir como un lunático encima de un monociclo bajando intrépidamente por una vertical temible que ni controla ni maneja nada sino sigue bajo el sol, bajo la nieve con un extraño resplandor que le marca el rostro y la frente. Supongo que es feliz en este momento o en ese momento nuestro amigo el loco tiembla de miedo y de esperanza. No se preocupe fácil que se salva, preocúpese por usted que acaba de perder apróximadamente treinta segundos (y mire lo he puesto con letras para que se demore más leyéndolo y además mire estos paréntesis se siguen prolongando, uy, uy, ahora que va a hacer), su vida ya no será la misma será peor será mejor será diferente, será igual y yo soy un ímbecil. Disfrute, lea a Cavafis y a Tu fu, no pierda el tiempo piérdalo con ganas. Mejor me callo.
Sandro Gómez