Es muy probable que si hubiese nacido bajo otro cielo y –para hacer aún más dramático el asunto– tal vez medio siglo atrás, ahora no entendería que Lima hubiese dejado de ser el nombre de una ciudad en medio del desierto y que, más bien, lo sea de un conjunto de ciudades. Ciudades de naturalezas tan disímiles, con personajes, costumbres y fenómenos, que al ojo ajeno y lejano serían irremediablemente irreconciliables. Ciudades, algunas, rodeadas de cerros grises pero dueñas de fiestas ferozmente desbordantes; otras, al borde del mar habituadas al ritmo cansino de olas nostálgicas y al acechante vaivén de la neblina que sobre ellas se posan; y otras más, atrapadas entre edificios de adobe, cemento o cualquier otro material que impida que los transeúntes se soporten entre sí. Ciudades vivientes, pese a todo, hermanadas por el espacio en el que se ubican, por el nombre que las une.
Digo que no sería capaz, porque la imagen de Lima que aún se mantiene, ahora en la primera década del siglo XXI, no ha sido reconciliada del todo, no ha sabido ser vinculada, con la realidad en la que nos hallamos. Lima seguirá siendo la horrible, pues su destino así lo ha dictado, aunque por un acto de justicia con ella, su horror se vuelve esperanza, precisamente, cuando los limeños reaccionan y luchan contra aquel mismo horror, haciendo de ella, entonces, una Lima distinta. Nos toca demostrar que hace mucho que Lima ha dejado de ser el monstruo del millón de cabezas, así como dejó de ser alguna vez la ciudad jardín o la perla del Pacífico.
¿Lima, cómo eres?
Recuperarla (para nosotros) no se trata solamente de reparar fisuras en las veredas, de estampar mensajes de autoayuda por cortesía de los alcaldes o de rodear nuestros hogares de enormes monumentos para que no seamos capaces de ver el horizonte. Es algo más. Que se debe dar no solo en los aspectos materiales, sino en los simbólicos. La cultura: el arte. La recuperación de Lima implica una completa reconstrucción. Un registro y una revisión. Una oportunidad para re-conocernos y re-conciliarnos con ella.
Parte de esa convicción –de ese espíritu– la he podido encontrar en una de las exposiciones que se está dando dentro del marco del VII Festival MiraFoto. Se trata de Bellas Artes Comunica, instalada en la galería CajónDeSastre, ubicada al costado del Centro Cultural de España. La exposición está compuesta por 11trabajos de 14 alumnos de la ENSABAP. Según se nos indica en la nota de la curadora Gabriela Valenzuela: "Sus proyectos buscan interpelar a la ciudad, mirarla con descaro, reclamarle sus indiferencias y naturalizadas falsedades cotidianas."
Desde imágenes que registran las traumáticas experiencias que debe soportar el actual habitante de Lima (fronteras tanto materiales como mentales que limitan su libre accionar), que también se concentran en la difícil situación de ser un estudiante de arte en el Perú; hasta fatídicas visiones, no desligadas de una suerte de ironía, del incierto futuro de la ciudad, tanto de sus espacios públicos como de sus símbolos sociales más polémicos: son trabajos que buscan activar una conciencia crítica en el espectador. No es ninguna casualidad que la mayoría de ellos hayan sido realizados por jóvenes elementos, pues en su propia búsqueda –de técnicas, de mensajes– han sabido encauzar el desencanto y desconcierto de los que aquí habitamos. No queda más que invitarlos a que asistan y lo comprueben –y los confronten– ustedes mismos.
pd: A continuación, una brevísima selección de algunos de los trabajos expuestos.
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Si las fotografías permiten la posesión imaginaria
de un pasado irreal también ayudan a tomar posesión
de un espacio donde la gente está insegura.
Susan Sontag
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