Dentro de este carro todos somos anónimos. Ese hombre está todo hecho una bandera de la pena.
El carro voltea bruscamente y entra a una avenida más grande. La luz del atardecer atraviesa con violencia el pasillo y pasa entre los asientos. Algo cambia.
Busco al ángel de la decadencia. Ya no lo encuentro. En su lugar hay solamente un anciano que maldice al viento y lucha por cerrar la ventana.
Del Cuaderno de las postales pasajeras