Pero trate usted de dejarse arrastrar ciegamente por sus emociones, sin pararse a razonar, sin una causa primaria, mandando la conciencia a paseo aunque sólo sea por un instante; amor u odio, cualquier cosa con tal de no estar sentado con los brazos cruzados. Pasado mañana a lo más tardar empezará usted a despreciarse por haberse engañado a sí mismo. Y el resultado será una pompa de jabón y la inercia. ¡Ah, señores, acaso el motivo de que me tenga por hombre listo sea que jamás en mi vida he podido empezar ni acabar nada! Bueno, bueno, soy un charlatán, un charlatán inofensivo y fastidioso como lo somos todos. ¿Pero qué le vamos a hacer, si la única tarea inequívoca de un hombre listo es la charlatanería, o sea, la expulsión deliberada de palabras vacías de sentido?
En: Apuntes del subsuelo
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