Hombres de letras. Lectores empedernidos. Estudiantes de artes o filosofías antiguas. Relegados de la vida trivial y pasajera, frívola y colmada de consumo. Hombres que denuncian el exceso de materialismo en su entorno y que juguetean con las grandes ideas. Jóvenes preocupados en la metafísica, en las pinturas de Redon, en La República de Platón y en La biblioteca de Babel. Y cómo adoran los libros, novísimos, onerosos, raros. Los buscan insaciablemente y los cuidan como fetiches. Anhelan el dificultoso desafío de poseer colecciones vastas, bibliotecas pomposas. No es amor a los libros, no. Es el culto al objeto, al cuerpo. Por eso acumulo cada vez más libros, para reconciliarme con mi época.
¿Preocupaciones trascendentes? No… Solo pura basura. A veces la sensualidad se oculta bajo los regazos más ilustrados.
Amante de los libros
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